"Hoy me desperté dando un salto mortal,echando un par de huevos a mi sartén ... nahhh mentira, hoy me desperté y me encontré una grapa en la cama, casi me queda incrustada en un dedo, y el sartén...pues ahí lo dejé sin usar, preferí un bollito de pan con agua dulce.
Los hombres G se inspiraron bastante con ese pedacito de letra que estoy segura los que ya tocamos los 30´s hasta la cantábamos , por cierto, suena muy arriesgado despertarse dando saltos mortales.
Yo en definitiva, a duras penas he levantado las piernas de la cama para meterme al baño y comenzar mi rutina.
Pero hoy que encontré ese objeto punzo cortante llamado grapa en mi cama, sentí miedo.
Miedo de haberme cortado un dedo, o mucho peor haber cortado a mi hijo que dormía conmigo.
La seguridad que me daba mi dulce lecho desapareció, mi burbuja estaba a punto de reventar por una grapa mal puesta, que no se de dónde salió, seguirá siendo un misterio.
Pero el miedo a enfrentar lo desconocido es una realidad en todos los seres humanos.
Aveces sueño que estoy en un avión y está despegando, y así se va despegando mi cabeza también del susto que siento al irme hacia atrás y que toda la sangre se me vaya hacia la cabeza ( Dicen que eso pasa, no estoy segura)
El asunto es que ese sueño me perturba, y puedo tenerlo al menos una vez al mes, así que pensaría usted que ya me acostumbré a esa sensación, pero la respuesta es no, porque uno nunca se acostumbre a la sensación del miedo.
Es más, si de mi dependiera, esperaría no soñar con eso otra vez, y no tener miedo nunca mas.
Pero en la vida real, hay muchas grapas en nuestro camino, grapas que quieren hacer explotar nuestra burbuja de seguridad.
Hoy aprendí algo, y es que en cualquier lugar habrá peligro, en mi propia cama, dormida plácidamente con mi esposo y mi hijo, y el enemigo plateado me asechaba.
Cuando la tomé entre mis dedos, la miré fijamente y le dije: Grapa, te vencí!
Ahora espero apretar todos esos miedos, mirarlos fijos y saber que tarde o temprano los venceré, y recordaré el día en que un objeto de oficina me recordó lo sensible y débil que es el ser humano que cuando menos lo espera debe aprender a dar saltos mortales desde su propia cama.